NIEVE

domingo, 12 de julio de 2020

14ª etapa. HORNILLOS A CASTROJERIZ.

 

Momentos antes de que suene el despertador -el muy malvado está puesto a las 5.30 am-, hace su presencia una fuerte tormenta. Decidimos desayunar con tranquilidad y esperar que pase.

 


Por fin, a las siete, arrancamos. Ha dejado de llover y la mañana está fresquita así que, ideal para caminar. No somos los únicos que gozamos del Camino con estas temperaturas; criaturas del campo burgalés aprovechan el frescor para salir a pasear y saludarnos.

 

Petronila y Carolina.
                        Petronila y Carolina.




Nos encontramos con la cruz de Santiago y, un kilómetro después, a nuestra izquierda, el albergue de Arroyo de San Bol. No nos acercamos, desde lejos se puede ver que está cerrado, consecuencias de estos tiempos de Covid.

 



De repente: ¡Hontanas! Pueblo que aparece por sorpresa ante nosotros y nos ofrece, a nuestro paso, hermosas casas y acogedores rincones.  Entramos en la iglesia, abierta de par en par para su visita, y nos hacemos con un sello más para nuestra credencial.


 

En la calle principal de este pueblo, pegadas a la pared para dejar pasar a los vehículos, unas mesas en el albergue municipal nos ofrecen la posibilidad de un almuerzo reparador. Mientras estamos en estos menesteres, aparece de nuevo Dani que realiza el mismo ritual que nosotros.

 




En este albergue nos informan que ahora tendremos que dejar de lado la senda del Camino y tomar por la carretera. El motivo: se encuentra hasta arriba de matorrales crecidos gracias al no paso de los peregrinos. Al final, resulta que está equivocado y en ningún momento nos vemos en la necesidad de abandonar el camino.

 

Durante un rato continuamos de amena charla con Dani, pero pronto nos separamos. La etapa hay que hacerla cada uno a su marcha, con sus pensamientos y sus fuerzas. Al final del día, más alegre será el reencuentro.

 


Por fin vemos asomar las ruinas del convento de San Antón. Es tanto lo que he leído del lugar, tantas las fotos que he visto… que desde el día que arranqué deseaba este momento.

 


Fundado en 1146, los monjes antonianos trataban a los enfermos del fuego de San Antón, o ergotismo. Provocado por un hogo, el cornezuelo, del que estaba contaminado el pan de centeno. En este convento, con hierbas, pócimas y, sobre todo, alimentándose con pan de trigo, intentaban sanar a los que hasta allí llegaban.

 




Mientras, los peregrinos que pasaban por este lugar aceleraban el paso, intentando huir de este horror. Para este menester -que estuvieran el menor tiempo posible en este lugar-, se habilitaron dos hornacinas donde los monjes depositaban alimentos para los caminantes.

 




Perfecta mañana que acaba llegando a Castrojeriz, al albergue A Cien Leguas, donde tenemos la reserva. Buen lugar donde, tras la ducha, comemos y subimos a nuestros aposentos a dormir una merecida siesta.

 


Cargadas las pilas, salimos a pasear por una de las calles peatonales más llamativas del Camino debido a su longitud y por la belleza de lo que encuentras paso a paso.

 












Vuelta al bar del albergue donde, relajados en su terraza, vemos como la lluvia hace aparición delante de nosotros y deja como rastro un bello arco iris.

 



Llegadas las diez de la noche nuestros ojos empiezan a cerrarse y subimos a la habitación. Con esta acción queda clausurada nuestra primera semana de Camino.

 

De Torres del Río a Castrojeriz, unos 180 kilómetros a las mochilas, no está nada mal.

 

 

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