Menos mal que
no tenemos que fichar para empezar la jornada y que, al final del día, no
tenemos regalo de puntos por llegar antes. Podemos perdonar, pues, la vida al
despertador que hoy no ha querido sonar, o disimular ante el pensamiento de que
he sido yo la que involuntariamente no ha querido oír.
Con los ojos a
medio abrir, salimos de la población siguiendo las huellas del ánimo. Cruzamos
el río por una pasarela de madera que acompaña al puente conocido como el
Canto.
Estamos
necesitados de una dosis de cafeína, tarea que en el día de hoy se está
empezando a complicar. Caminamos por Tosantos
y llegamos dos kilómetros más allá hasta Villambistia. Aquí nos sale al
encuentro una señora casi gritando «Aquí está todo cerrado». Parece ser que
nuestra ansia se refleja en el rostro.
Conseguimos escabullirnos y seguir buscando por nuestra cuenta pero está en lo
cierto.
Aprovechamos para
visitar la fuente que se halla junto a la ermita de San Roque. Dice la
tradición que si te remojas la cabeza allí te verás libre del cansancio
acumulado. Y sea verdad o no, al menos nos despertará un poco, que falta nos
hace.
Siguiente
encuentro: Espinosa del Camino. Llevamos 8 kilómetros andados en el día de hoy
y aún no hemos podido desayunar. La falta de peregrinos en este año tan
particular hace que muchos establecimientos permanezcan cerrados.
Llegamos a las
ruinas del Monasterio de San Felices de Oca, donde la tradición sitúa los
restos mortales del Conde Diego Rodríguez Porcelos, fundador de Burgos.
Por fin, en
Villafranca Montes de Oca encontramos bares abiertos y nos lanzamos al primero
que salta a nuestra vista. Ya directamente nos saltamos el desayuno y pasamos
sin remordimiento a un buen almuerzo.
Con el estómago
contento, empezamos el largo y solitario tramo por los Montes de Oca. Ascendiendo,
llegamos hasta la fuente Mojapan, donde aprovechamos para refrescarnos los
pies, esos grandes protagonistas del Camino.
Miles, millones,
trillones de moscas nos regala este tramo. Nos cuesta disfrutar de los Montes
de Oca ya que estos molestos bichejos se nos meten por todas las oquedades
posibles que están a su alcance. Nos hacemos unas mascarillas antimoscas con
una hoja de helecho y, que queréis que
os diga, cumple su objetivo perfectamente.
Según el Códice, hay que echarle humor al Camino. |
Alcanzamos el
monumento a los caídos, donde se descubrió una fosa común de la Guerra Incivil.
«No fue inútil su muerte, fue inútil
su fusilamiento».
La pista
desciende como un tobogán hasta el cauce para afrontar un último pero corto
repecho.
El oasis del
Camino, triste y solitario, hoy no tiene vida. Imagino este rincón repleto de
sonido y risas en años anteriores.
Llegada a San
Juan de Ortega, directos al albergue El descanso de San Juan. Resulta
encantador tanto en su aspecto exterior como interior y por el trato de su propietario.
Una habitación para nosotros solos con el baño y ducha dentro. Un poco de
refrescante higiene y descanso a nuestros cuerpos y mentes.
Ahora, visita
a los alrededores. No tenemos la suerte de encontrar el Monasterio abierto y
aun así nos enamora el lugar. En nuestras conversaciones desde que comenzamos
la aventura del Camino se baraja, se pasea por nuestros pensamientos, el poder
quedarnos en un lugar y dejarnos llevar. Éste, tiene muchos puntos y
posibilidades.
Tras el breve
paseo, llega el momento de cenar. Aquí coincidimos con tres peregrinos del
Norte con los que compartimos mesa y cena. Una minitormenta nos hace meternos
dentro del bar donde acabamos entre cervezas y chupitos con este día muy
especial.
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