NIEVE

miércoles, 8 de julio de 2020

11ª etapa. BELORADO A SAN JUAN DE ORTEGA.



Menos mal que no tenemos que fichar para empezar la jornada y que, al final del día, no tenemos regalo de puntos por llegar antes. Podemos perdonar, pues, la vida al despertador que hoy no ha querido sonar, o disimular ante el pensamiento de que he sido yo la que involuntariamente no ha querido oír.


Con los ojos a medio abrir, salimos de la población siguiendo las huellas del ánimo. Cruzamos el río por una pasarela de madera que acompaña al puente conocido como el Canto.




Estamos necesitados de una dosis de cafeína, tarea que en el día de hoy se está empezando a complicar. Caminamos por Tosantos  y llegamos dos kilómetros más allá hasta Villambistia. Aquí nos sale al encuentro una señora casi gritando «Aquí está todo cerrado». Parece ser que nuestra ansia se  refleja en el rostro. Conseguimos escabullirnos y seguir buscando por nuestra cuenta pero está en lo cierto.





Aprovechamos para visitar la fuente que se halla junto a la ermita de San Roque. Dice la tradición que si te remojas la cabeza allí te verás libre del cansancio acumulado. Y sea verdad o no, al menos nos despertará un poco, que falta nos hace.




Siguiente encuentro: Espinosa del Camino. Llevamos 8 kilómetros andados en el día de hoy y aún no hemos podido desayunar. La falta de peregrinos en este año tan particular hace que muchos establecimientos permanezcan cerrados.


Llegamos a las ruinas del Monasterio de San Felices de Oca, donde la tradición sitúa los restos mortales del Conde Diego Rodríguez Porcelos, fundador de Burgos.


Por fin, en Villafranca Montes de Oca encontramos bares abiertos y nos lanzamos al primero que salta a nuestra vista. Ya directamente nos saltamos el desayuno y pasamos sin remordimiento a un buen almuerzo.





Con el estómago contento, empezamos el largo y solitario tramo por los Montes de Oca. Ascendiendo, llegamos hasta la fuente Mojapan, donde aprovechamos para refrescarnos los pies, esos grandes protagonistas del Camino.




Miles, millones, trillones de moscas nos regala este tramo. Nos cuesta disfrutar de los Montes de Oca ya que estos molestos bichejos se nos meten por todas las oquedades posibles que están a su alcance. Nos hacemos unas mascarillas antimoscas con una hoja de helecho y, que queréis que  os diga, cumple su objetivo perfectamente.

Según el Códice, hay que echarle humor al Camino.


Alcanzamos el monumento a los caídos, donde se descubrió una fosa común de la Guerra Incivil.


               «No fue inútil su muerte, fue inútil su fusilamiento».

La pista desciende como un tobogán hasta el cauce para afrontar un último pero corto repecho.



El oasis del Camino, triste y solitario, hoy no tiene vida. Imagino este rincón repleto de sonido y risas en años anteriores.





Llegada a San Juan de Ortega, directos al albergue El descanso de San Juan. Resulta encantador tanto en su aspecto exterior como interior y por el trato de su propietario. Una habitación para nosotros solos con el baño y ducha dentro. Un poco de refrescante higiene y descanso a nuestros cuerpos y mentes.



Ahora, visita a los alrededores. No tenemos la suerte de encontrar el Monasterio abierto y aun así nos enamora el lugar. En nuestras conversaciones desde que comenzamos la aventura del Camino se baraja, se pasea por nuestros pensamientos, el poder quedarnos en un lugar y dejarnos llevar. Éste, tiene muchos puntos y posibilidades.




Tras el breve paseo, llega el momento de cenar. Aquí coincidimos con tres peregrinos del Norte con los que compartimos mesa y cena. Una minitormenta nos hace meternos dentro del bar donde acabamos entre cervezas y chupitos con este día muy especial.






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