― ¡Arriba, peregrinos! No seáis
perezosos. ―Oigo como mi despertador nos dice a las 6 de la mañana…
Creo que
pronto necesitaré un café, bien cargado por favor.
Abandonamos la
localidad y su extenso nombre, saliendo por el puente sobre el río Oja. Aquí,
una diminuta ermita que, por pequeña, no merece ni tratamiento.
Nos
encontramos con la Cruz de los Valientes, donde hubo una disputa entre Grañón y
Santo Domingo por una dehesa. Esto llevó a que dos combatientes, uno de cada
pueblo, lucharan. Ganar, ganó el de Grañón, pero murió poco después. Dicen las
malas voces que el de Santo Domingo se untó el cuerpo en aceite para que no
pudiera agarrarle su contrincante. Pero éste, muy vivaz, le metió la mano por
el cu..., para que no se escapase. Dejo a la elección del lector creer esta
historia o no.
Sonriendo
llegamos a Grañon, donde un café hará que retomemos fuerzas. Aquí volvemos a
encontrarnos con algunos de los compañeros del Camino. El lugar, encantador. Tal
y como conversamos con el propietario del lugar, estamos siendo muy pocos
peregrinos los que nos aventuramos. Muy extraño este julio, un poco desolador
para los comerciantes y muy inusual para los peregrinos.
A unos cuatro kilómetros,
el siguiente pueblo es Redecilla del Camino. Nos encantan estas etapas donde
nos van saltando al encuentro pequeños pueblos donde descubrir rincones. Y este nos da varios, y con gusto.
Caminando hasta Castildelgado, antiguo
Villaipun o villa de Pan.
Empezamos a
notar el cansancio cuando llegamos a Viloria de Rioja, pueblo condenado a
quedar fuera del camino por el proyecto de la autovía A12. Sería una pena, pues
se trata del pueblo natal de Santo Domingo de la Calzada, quien tanto hizo por
el Camino.
Al llegar a
Villamayor del Rio, nuestro cuerpo pide refrescarse, pero claro, si te sientas
a tomar algo, ¡qué menos que acompañarlo por un buen pincho de tortilla!
A la sombra de
un picacho, donde aún permanecen antiguas cuevas de ermitaños y las ruinas de
un mítico castillo, nos encontramos con Belorado.
Y la primera alegría;
encontrarnos nada más entrar, el albergue que teníamos reservado: A Santiago.
Lo primero,
tras ser amablemente atendidos y registrarnos, una refrescante ducha y, raudos
y veloces a comer, que nos cierran la cocina. Como colofón, una piscina nos está
esperando para realizar la digestión. Si, ya sé, si me oyera una de nuestras
madres unir en la misma frase agua y digestión…
Relajados a
más no poder, una mini siesta para después un paseo por la localidad. La verdad
es que merece la pena, y es una pena no disponer de tiempo suficiente.
Se nos queda pendiente una visita con
tranquilidad al Museo de la Radiocomunicación Bocanegra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario