En
un día caluroso, sumergirse en un cristalino lago, con sus frías
aguas abrazandome, a la espalda el Midi d’Ossau, y en mi ojos la
imagen del refugio de Ayous, ya poco más se puede pedir.
Pasamos
Biescas, circulamos por el Portalet, y
antes
de la localidad de Gabas, en una curva muy cerrada, encontraremos el
desvío
que nos llevará
hasta nuestro punto de partida. Para llegar al estacionamiento de la
presa de Bious-Artigue, hay que madrugar, si no hay sitio, tendrás
que dar la vuelta y aparcar en el primer parking, Bious
Oumettes, que es donde nosotros paramos. Y ahora ya pertrechados con
los útiles
de andanza, subimos por un sendero de fuerte pendiente, que enlazara
en medio kilómetro
con una pista asfaltada, que enseguida nos llevara hasta la presa.
Comenzamos
por un camino perfectamente señalado, con marcas y carteles. La ruta
puede ser circular, y existen dos variantes. A la izquierda, el lago
de Bious-Artigues y a la derecha la senda que lleva a los lagos de
Ayous. Se puede comenzar por esta, y realizar la vuelta por el lago
Bious. Nosotros,
a la derecha que nos vamos.
Cruzaremos
un pequeño puente, y siempre en costante
ascenso, con fuerte pendiente, el calor se ve un poco mitigado por la
sombra del bosque de
hayas y abetos,
pero
la promesa de un chapuzón
al llegar arriba, nos hace coger fuerzas y seguir para adelante.
Ahora
los arboles nos abandonan,
y ante nosotros una esplendida
pradera nos hace sudar de lo lindo mientras nuestras piernas hacen el
resto.
Vemos
un collado, y asomamos para poder admirar el primer lago, pequeño
pero digno de contemplar. Han trascurrido unas dos horas, paramos a
refrescarnos un poco, volver a darnos protección solar y seguir con
nuestra marcha.
Caminamos
y admiramos, fotografiamos y disfrutamos. El lugar cada vez se va
volviendo mas embriagador. Cuando el Midi d’Osseau se presenta ante
nosotros nos quedamos mudos, es impresionante su figura, se eleva
solitario dando sombra a los lagos.
Tras
otro lago, llegaremos a nuestro destino final y lugar donde
disfrutaremos y pasaremos ya el resto de la jornada, hasta que
llegue el momento de la vuelta.
Un
frio baño primero para bajar la temperatura corporal. Cuesta entrar,
pero después,
cuesta salir. A dar cuenta de las viandas toca y un poco de momento
zen para
completar.
Para
espabilarnos un poco, toca darse otro chapuzón,
mientras pequeños pececitos nos hacen una
exfoliación a fondo en los pies. Solo queda acercarse al refugio y
decidirse a retomar el camino de vuelta. Esto último cuesta y mucho,
ya que sabemos que a nuestra vuelta a Zaragoza, nos espera un calor
de aquellos que amedrentan hasta a los camellos.
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