Roncesvalles
(Orreaga) a Zubiri.
En
el albergue de Roncesvalles no hace falta el despertador. Una música
ambiental comienza a sonar, y poco a poco, los peregrinos empiezan a
desperezarse. Toca ponerse en marcha, comenzar a guardar las
pertenencias y, desentumeciendo el cuerpo, colgarse la mochila a la
espalda y seguir al resto de caminantes. Si miras alrededor, puedes
ver rostros variopintos. Ilusión en la somnolienta mirada de la
mayoría, con mejor o peor aspecto, pero llenos de ganas por
continuar el Camino que queda por delante.
Arrancamos
en el día de hoy, con la esperanza de que lo que hemos leído se
cumpla. Deseando encontrar todas las poblaciones que las guías
prometen.
Salimos
del albergue con una sonrisa, esa que no nos abandona en las futuras
jornadas. 21’5 kilómetros y diferentes pueblos que cruzar nos
esperan. Foto obligada en el cartel que anuncia la distancia a
Santiago de Compostela.
Comenzamos
por el bosque de Sorginaritzaga o robledal de las brujas. Busco,
pero entre los árboles no encuentro a mis amigas. En fin, estarán
en otro sitio en estos momentos. En este lugar, en el siglo XVI, se
celebraban múltiples aquelarres. Al pie del camino, una cruz blanca
puesta por la Iglesia para purificar la zona.
«Al
llegar al extremo de la cuesta, divisamos los tejados rojos y las
casas blancas de Burguete, desparramadas por el llano.» Ernest
Hemingway
Primeras
calles por donde paseamos, Burguete (km: 2,8). La iglesia de
San Nicolás sufrió varios incendios. En su plaza, en 1525, cinco
piras acabaron con la vida de cinco brujas. Si disponemos de tiempo,
podemos darnos un paseo por su cementerio, proclamado en 2014 “mejor
camposanto de España”. Una gran letra Alfa en su puerta rige su
arquitectura, basada en la igualdad entre los muertos.
En
1942, adoptó como escudo el que figuraba en la fachada de la
iglesia. En realidad, se trataba del de la familia Oroz, quienes
pagaron las obras de la fachada.
Aquí
es donde tomamos un buen desayuno antes de proseguir el Camino.
Paseando por su calle principal, vamos en busca de flechas que
seguir.
Abandonamos
Burguete-Auritz.
Km:
6,5; población de Espinal-Aurizberri (Auritz nuevo).
Entramos por la iglesia San Bartolomé. Parada en su fuente, donde
presenciamos que los actores principales de estos días se
encuentran en perfecto estado. Si llegas en época micológica,
puedes probar el hongo beltza. Y si dispones de tiempo, el
museo de estelas discoidales funerarias es una buena opción
cultural.
A
la salida, tenemos que dirigirnos al alto de Mezkiritz (922 metros)
y, cruzando la carretera, prestar atención para tomar la senda
jacobea. Junto al arcén, imagen de la Virgen de Roncesvalles. En el
descenso traspasamos una cancela y tomamos una senda artificial.
Tras
atravesar un hayedo, llegamos a la población de
Gerendiain-Viscarret,
momento en que nuestros cuerpos nos piden un avituallamiento como
Dios manda. ¡Madre, qué peligro tenemos…!
Esta
población, en el Siglo XII, era fin de etapa debido a la existencia
de un hospital de peregrinos, del cual quedan solo restos. La
iglesia parroquial es del siglo XIII.
Linzoain-Lintzoain
(Km: 13,3) Pasamos junto a un frontón y tomamos un camino muy
empinado. Si nos fijamos, vemos las piedras “Pasos de Roldan”.
Toca
ahora afrontar unos repechos por una pista forestal para alcanzar el
alto de Erro. Entre abril y octubre podemos encontrar un bar móvil.
Por una pista pasamos donde se ubicaba la Venta del Puerto, ahora
solo restos. Toca tener precaución, viene una bajada intercalando
tramos de escalones. En una zona de descanso encontramos un homenaje
al japones Shingo Yamashita fallecido en el 2006.
Llegamos
a Zubiri. En esta última población de la jornada, nos
recibe el puente medieval de la Rabia sobre el río Arga. Cuenta la
tradición que aquí curaban a los animales, pasándolos tres veces
bajo uno de sus arcos, donde se supone que descansan los restos de
Santa Quiteria. En la Edad Media fue llamado “Puente Paraíso”,
porque cruzaba un río peligroso.
Lo
cruzamos, entrando en Zubiri, y primera meta: localizar
nuestro albergue.
Cansados,
cruzamos todo el pueblo para encontrarlo. Lejano, pero muy acogedor.
Somos recibidos por una encantadora chica que nos muestra nuestra
habitación, una agradable estancia con tres literas.
Ritual
a la llegada: ducha, masaje y, tras un breve descanso, salimos a
visitar el pueblo y tomar una ligera cena. Si tenemos suerte igual
podemos ver a Sebastián Zubiri, nacido en esta localidad.
La
fuente de agua de Batueco se cree que tiene propiedades curativas.
No dejéis de probar la chistorra, carne picada de cerdo con
especias.
La
etapa histórica acaba, no obstante, en Larrasoaña, a 5.5 kilómetros
de aquí.
Nosotros,
durante la cena, seguimos charlando de diversos temas. El día a día
no consigue que se nos acabe la conversación. Felices y cansados,
marchamos a dormir.
Un
día más, una gran jornada y muchos buenos momentos.
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