Amanece,
Andrés y Sabina repiten las rutinas del día anterior. Ya nada
tienen que decirse, no hay novedades en el pueblo que contar, no
existen ilusiones que compartir.
Sabina
ha perdido las fuerzas. Ha visto como todos sus hijos le abandonan,
bien por causas naturales, bien por que huyen de este pueblo,
destinado a desaparecer.
Y
es ella la que toma la decisión de huir, huir de allí, huir de esa
soledad que le ahoga, huir ya sin fuerzas para sostener la ilusión
de Andrés, su marido. Pero ya no abandona el lugar, su cuerpo y su
espíritu quedarán para siempre allí.
Solo
quedarán paseando por las calles de Ainielle, Andrés y la perra.
Recorriendo
los restos de la actual Anielle, vemos a Andrés luchar contra la
naturaleza, que avanza y devasta cada una de las casas ya abandonadas
por sus vecinos.
Ellos
son los protagonistas de La lluvia amarilla, de Julio Llamazares. .
Existe el Ainelle literario y el Ainelle real, en este caso reflejado
en el libro, La memoria amarilla, de Enrique Satué.
Podemos
sumergirnos en la lectura de estos dos libros en el cómodo sofá de
nuestra casa. Pero, cuando termines, desearàs venir a conocer el
lugar, pasear por lo que queda de sus calles, adentrarte entre los
muros que aun se sostienen de pie y, sobre todo, buscaras el lugar
donde Andrés pasaba la mayor parte de su tiempo, el rio y el molino.
Y
si te adentras en el Sobrepuerto, alejada de todas las poblaciones
más cercanas, Otal, Biescas, Berbusa, Susin,, encontrarás Ainelle,
vigilando a cada uno de los caminantes que se acercan, a cada uno de
los amigos de la Senda Amarilla, que año tras año visitan el lugar.
Aunque
entre las décadas de los 40 y 50 empezó a sufrir el abandono de sus
moradores, no es hasta el año 1971 cuando casa o Rufo cerraba sus
puertas y Ainielle quedaba oficialmente despoblado.
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