Es
Navidad y los excesos se están notando en el cuerpo, así que
buscamos un destino cercano con una ruta sencilla que nos permita
desentumecer un poco los músculos y nos deje de vuelta a casa a una
hora prudente.
Hemos
oído hablar del Pusilibro y tomamos rumbo a él. A una hora y
cuarto de Zaragoza se encuentra el castillo de Loarre, y junto a el,
este pico. Si lo deseáis, podéis completar la jornada con ruta y
visita al Castillo. Pero hoy no tenemos tiempo para más.
Hace
seis días estuvimos paseando por esta zona, pero no pudimos hacer
cima debido a carteles indicadores de caza mayor por el camino. En
esa ocasión, optamos por una ruta alternativa por los alrededores y
el sol nos acompaña en toda la jornada. Hoy, apenas una semana
después, el lugar nos recibe con un capa de nieve que da aun más
belleza al lugar.
La
meteorología no esta con nosotros, y comenzamos la andada bajo una
ligera lluvia, pero nada que pueda con nuestro espiritú.
Dejamos
el vehículo en el parking del castillo, y allí, a pocos metros nos
encontramos el cartel indicador que nos guiá en nuestro comienzo.
Esta
muy bien indicado el sendero para llegar, incluso en un día como
hoy, que muchas marcas e hitos quedan ocultos bajo la nieve.
Comenzamos,
enseguida nos adentraremos en un pinar. Hallaremos una bifurcación,
tomaremos el sendero de la derecha, hacia nuestro destino.
Caminaremos por tramos de bosque alternando con claros. En la pista
forestal encontraremos un nuevo desvío, un estrecho sendero a
nuestra izquierda. (PR-HU 105-b).
Una
subida, ya fuera del bosque, nos llevará hasta la cresta, momento de
más precaución, pero nada difícil de superar. Andaremos por la
izquierda de ella, con cuidado debido a la nieve, pero sin miedo ni
peligro ya que la ladera de la derecha no es muy pronunciada.
El
sendero se va ampliando y al poco, el ultimo cartel indicador. Ahora
ya, la meta esta a poca distancia.
Cada
metro que subimos, el paisaje esta más blanco, a juego con el cielo.
Y aunque esto nos impide tener vistas, le da un encanto especial al
entorno. Pasear entre arboles nevados, pisando una esponjosa alfombra
de nieve, es un placer y hace que en varias ocasiones nos paremos, y
nos dejemos envolver por la paz que despide el lugar.
Ya,
el vértice
geodésico
esta ante nuestros ojos y una ultima sorpresa nos
espera. No se quien tendrá
como labor colocar los “belenes” en estos lugares, pero espero
que sepa de la sonrisa de gratitud que escapa de nuestros labios.
Un
poco de reposo, un momento de contemplación, y como el tiempo no
permite relajarse más, retomamos el camino de vuelta. En un
principio, la ruta de hoy iba a ser circular, volviendo al castillo
por otro camino, pero por hoy, ya hemos tenido suficiente y decidimos
volver al vehículo
por donde hemos venido. No vamos a estirar más nuestra suerte y es
mejor volver por nuestros pasos.
Ahora
si, tenemos más precaución por las bajadas con nieve son más
complicadas y admito que la parte de mi cuerpo al final de la
espalda, toco en, al menos dos ocasiones, el suelo blanco.
Aniés |
Aniés |
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