¿Y
este sábado por
donde subimos?
Con
que grupo me he juntado, ya directamente piensa en subir.
¿Nos
vamos al Balcón de Pineta? Tengo un amigo que se conoce muy bien la
zona y nos podrá
hacer de guía.
¿Pero
eso no son ya palabras mayores? Mira que a una le cuesta ya hasta
subir las escaleras…
Nada,
no te preocupes, poco a poco y sin prisa, llegaremos todos.
De
esta manera me vi envuelta, sin poca resistencia y sin hacerme mucho
de rogar, en esta explendida ruta. La voy a clasificar de dura o
exigente. La ascensión es constante y continua, no da tregua y en la
bajada se ha de controlar muy bien nuestras piernas, por que la senda
discurre entre rocas y piedras y es muy fácil el perder pie.
Vamos
a tener que madrugar, desde Zaragoza la distancia al punto de inicio
es importante, y andando se invierte mucho tiempo, sobre todo a mi
velocidad de subida. En alguna ocasión creo que me adelanto un
caracol despeinado.
Levantándonos
antes de que las calles de la ciudad estén puestas, e intentando que
las legañas no acompañen a nuestro viaje, dirigámonos a la
localidad oscense de Bielsa, donde continuaremos por Javierre,
estacionando en un amplio parking, a la izquierda de la carretera, al
otro lado del rio. No hace falta llegar hasta el Parador Nacional.
Nuestro
amigo el sol ya esta asomando, y promete que el día va a ser
propicio para las vistas desde el Balcón. Hemos intentado aligerar
nuestras mochilas, con lo imprescindible. Y aunque nuestra
indumentaria es veraniega, llevamos ropa de abrigo e impermeable,
para el “por si acaso”.
Podremos
relajarnos subiendo, sin estar pendientes de si nos perdemos, ya que
la senda esta muy bien señalizada, bien en un principio como “camino
Marboré” o, posteriormente como “ Balcón de Pineta, Lago de
Marboré”.
Disfrutemos
del camino, que empieza suave entre un bonito y tupido bosque. Los
colores del otoño empiezan a asomar. Tomar fuerzas, porque esto
solo es el principio, pronto la sombra de los arboles desaparecerá y
empezaremos la dura ascensión al sol, en un continuo zigzag.
Veremos
un desvío a la Cascada del Cinca, pero lo tomaremos a la vuelta,
ahora toca no perder tiempo, y con numerosas paradas para tomar aire
y descansar, con la excusa de fotografiar, despacio y sin prisa,
iremos haciendo camino.
La
senda esta marcada amorosamente por hitos de rocas, que te
recomiendan por donde ir. Existen atajos, pero son más exigentes ya
que toman el camino recto pero con la subida más dura. Y ya que han
sido tan amables de colocar las marcas, nosotros vamos por ellas.
Regueros
de agua van surgiendo, surcando entre rocas, y dándonos el placer de
refrescarnos que falta nos hacen. Mientras nos paramos a contemplar,
también miramos por encima de nuestras cabezas, y el Balcón aún
esta lejos de nuestro alcance.
No
os rindáis, de verdad os digo que merece la pena. Mis amigos
tuvieron mucha paciencia, me esperaron las veces que hizo falta, eso
si, no perdían comba de meterse conmigo, pero eso forma parte de mi
motivación. Además, se que lo hacen con cariño, y a mi, que soy
masoca, me encanta.
Abrevio
ya, creo que os habéis enterado que la subida es larga y costosa.
Ahora os voy a contar lo que senti al llegar arriba.
El
último tramo a mi me encanto, parece la entrada a un paraje lunar,
repleto de enormes rocas grises. Terminas la subida y con ansia te
asomas al Balcón. Con ansias y con cuidado, puesto que mi vértigo,
aunque mejorado, aun sigue existiendo. Lo que contemplas desde allí
es impresiónate y, si ademas cuentas con nuestro amigo-guia que te
explica uno por uno los montes que tienes delante, ya es sublime.
Empiezo
a girarme para ver el resto. Recomiendo hacerlo despacio, poco a
poco. Volverte de golpe puede causar conmoción y un fuerte impacto
en la retina. Mi boca se ha quedado abierta...como se queda ahora al
recordar...así que no describo mas, y dejo que las fotos hablen.
Estoy
agotada, pero ya todo se me ha olvidado…. ¿A quien quiero
engañar?..No puedo más, pero quieren continuar hasta el lago. Desde
luego, ahora que estoy aquí, voy a obligar a mis piernas a que me
lleven y a la orilla del agua, que descansen mientras hacemos la
pausa de la comida.
Entre
rocas inmensas se halla el camino, nuevamente con “os hitos”
de ayuda. Aunque no se ve el destino, tras aproximadamente un
kilómetro, aparece ante nosotros el lago Marboré. Y antes de que
sigan diciendo de andar, yo me aposento, empiezo a sacar las viandas
y aprovecho para descansar. Me da a mi que no van a estar quietos
mucho tiempo.
Al
otro lado, entre las montañas, me asombra distinguir un refugio. Veo
como por la ladera de rocas, la gente va subiendo hasta el. Desde
luego, no hago mención de ir, el que quiera que vaya, que yo
amablemente me quedo vigilando las mochilas. Es el refugio de
Tocarroya.
Con
lo que ha costado subir, con lo que gusta el entorno, pero llega el
triste momento del retorno. Con una mochila algo mas ligera, y cual
cabras entre pedriscas, vamos tomando camino de vuelta.
Esta
vez, por si nos parecía corto el recorrido, nos desviamos a ver la
Cascada del Cinca. Y desde luego, merece la pena este último
esfuerzo.