NIEVE

domingo, 4 de diciembre de 2016

SALINAS DE JACA A SALINAS VIEJO

Como describir la ruta de hoy sin repetir expresiones que siempre utilizo una y otra vez. Pero en verdad, la de hoy nos ha sorprendido y gratamente. No esperamos que fuera tan bonita y ha sido más que eso, espectacular y nuevo para todos nosotros, lleno de detalles y rincones con gran belleza.

Partiremos desde el pueblo oscense de Salinas de Jaca. Estacionados nuestros vehículos, saldremos andando de la localidad hasta un cartel que indicará Foz de Salinas, para iniciar el recorrido hasta Salinas Viejo. Corto y llevadero pero recomendable de realizar.


Según he leído, el pueblo viejo fue abandonado en los años cincuenta debido a un deslizamiento del terreno. Y desde luego, el suelo que van a pisar nuestros pies en un tramo de camino hace creer en esta historia.

En breves, alcanzaremos un collado, donde encontraremos los dos caminos protagonistas en el día de hoy. A la ida, tomaremos la pista que surge al frente, dirección Villalangua. Dejaremos para usar en nuestra vuelta, el camino señalizado en la caseta a Salinas Viejo. 


 

Así, pista forestal en descenso continuaremos hasta encontrarnos con un majestuoso roble marcescente que estará acompañado de un desvío a Agüero, y continuaremos por allí.





Empieza ya a rodearnos la verde vegetación en un camino con alfombra de hojas, paredes de musgo y la humedad de las últimas lluvias.



Encontraremos un triple desvío con su señalización. Villalangua // Salinas Viejo// Salinas de Jaca. Este lugar sera donde a la vuelta, tomaremos el camino nuevo de vuelta, hasta el collado antes mencionado.

Nos acercamos ya a la Foz de Salinas, un barranco de paredones singulares de roca, murallones que parecen frágiles en su delgadez, vigilados desde cerca por los buitres.



Ya estamos próximos a la fuente de la rata, una pequeña cascada. Tras las oportunas fotos y contemplación, seguimos para alcanzar la iglesia del pueblo abandonado.




Estremece entrar en ella, altas paredes aguantan desde el Siglo XVI, pero ya en ruinas y con diversos agujeros que dejan pasar haces tenues de luz.






Intentamos alcanzar las casas del pueblo, pero la maleza entrelazada con las zarzas de amenazantes espinos, nos hacen desistir en el empeño.


Hora ya de retornar hasta el cruce antes mencionado donde por unos barrancos erosionados una estrecha senda, aparece y desaparece por arte de magia. Momento de extremar las precauciones.




Alcanzamos ya el collado, donde una caseta hará de parapeto del aire para poder dar cuenta a la comida, a puertas ya volver a nuestros coches.

Simplemente, lugar digno de conocer.

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