Como
describir la ruta de hoy sin repetir expresiones que siempre utilizo
una y otra vez. Pero en verdad, la de hoy nos ha sorprendido y
gratamente. No esperamos que fuera tan bonita y ha sido más que eso,
espectacular y nuevo para todos nosotros, lleno de detalles y
rincones con gran belleza.
Partiremos
desde el pueblo oscense de Salinas de Jaca. Estacionados nuestros
vehículos, saldremos andando de la localidad hasta un cartel que
indicará Foz de Salinas, para iniciar el recorrido hasta Salinas
Viejo. Corto y llevadero pero recomendable de realizar.
Según
he leído, el pueblo viejo fue abandonado en los años cincuenta
debido a un deslizamiento del terreno. Y desde luego, el suelo que
van a pisar nuestros pies en un tramo de camino hace creer en esta
historia.
En
breves, alcanzaremos un collado, donde encontraremos los dos caminos
protagonistas en el día de hoy. A la ida, tomaremos la pista que
surge al frente, dirección
Villalangua. Dejaremos para usar en nuestra vuelta, el camino
señalizado en la caseta a Salinas Viejo.
Así,
pista forestal en descenso continuaremos hasta encontrarnos con un
majestuoso roble marcescente que
estará
acompañado de un desvío
a Agüero, y continuaremos por allí.
Empieza
ya a rodearnos la verde vegetación en un camino con alfombra de
hojas, paredes de musgo y la humedad de las
últimas
lluvias.
Encontraremos
un triple desvío
con su señalización.
Villalangua
// Salinas
Viejo// Salinas de Jaca. Este lugar sera donde a la vuelta,
tomaremos
el camino nuevo de vuelta, hasta el collado antes mencionado.
Nos
acercamos ya a la Foz de Salinas, un barranco de paredones singulares
de roca, murallones que parecen frágiles
en su delgadez, vigilados desde cerca por los buitres.
Ya
estamos próximos
a la fuente de la rata, una
pequeña cascada. Tras las oportunas fotos y contemplación,
seguimos para alcanzar la iglesia del pueblo abandonado.
Estremece
entrar en ella, altas paredes aguantan desde el Siglo XVI, pero ya en
ruinas y con diversos agujeros que dejan pasar haces tenues de luz.
Intentamos
alcanzar las casas del pueblo, pero la maleza entrelazada con las
zarzas de amenazantes espinos, nos hacen desistir en el empeño.
Hora
ya de retornar hasta el cruce antes mencionado donde por unos
barrancos erosionados una estrecha senda, aparece y desaparece por
arte de magia. Momento de extremar las precauciones.
Alcanzamos
ya el collado, donde una caseta hará
de parapeto del aire para poder dar cuenta a la comida, a puertas ya
volver a nuestros coches.
Simplemente,
lugar digno de conocer.
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